La banda argentina Isla de Caras lanza su cuarto álbum de estudio titulado Líneas Generales, un trabajo que irradia frescura, energía y madurez artística. A pesar de casi una década de trayectoria, el grupo liderado por Lautaro Cura demuestra en este nuevo material el ímpetu característico de una banda revelación, consolidando al mismo tiempo una sólida dinámica colectiva.
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Grabado en El Desierto, un emblemático estudio ubicado en México, y coproducido por el reconocido Matías Cella, Líneas Generales representa un paso importante en la evolución del grupo. La grabación en vivo, impulsada por el deseo de capturar la química natural entre los integrantes, le da al álbum una textura más orgánica y desfachatada, que remite tanto al rock argentino clásico como a influencias de la escena madchester británica.
El disco abre con “Veneno”, una oda ascendente y psicodélica que marca el tono del viaje sonoro. A lo largo del álbum, canciones como “Mirar películas”, “Amigos”, “Camas separadas” y “No me puedo divertir” exhiben una estética cuidada, melodías envolventes y letras que oscilan entre el desamor, la introspección y el deseo de reconexión. Destaca también la colaboración con Marcelo «Cuino» Scornik, histórico letrista de Andrés Calamaro, que refuerza el vínculo de Isla de Caras con el cancionero nacional.
En palabras de Lautaro Cura, Líneas Generales “nació de la necesidad crónica de juntarnos a hacer música entre los cinco”. Esa mancomunión se traduce en un disco que no sólo potencia la identidad del grupo, sino que también celebra la experiencia compartida: una banda que compone, graba y vive unida su música.
El álbum también confirma la búsqueda sonora de Isla de Caras por reinventarse sin perder su esencia. Desde la sofisticación pop hasta el espíritu roquero que se manifiesta en tracks como “Tormenta” y “Cerca lejos”, el disco propone una escucha inmersiva que culmina con la etérea y conmovedora “Cavidad”.
Líneas Generales no solo reafirma el oficio y la evolución musical del quinteto, sino que refleja un momento de cohesión y claridad creativa. En una escena en constante movimiento, Isla de Caras demuestra que se puede crecer sin dejar atrás la espontaneidad, y que el rock sigue vivo cuando se lo vive como una experiencia compartida.
