Una noche con lluvia, automóviles que se mueven despacio y un zapato derecho, el mío, mojado por pisar un charco. Sobre la calle de Donceles un lugar ilumina las banquetas contiguas, los peatones despistados voltean y se percatan que adentro sucede algo, no están seguros de que se trate, hay pocas personas para que sea un concierto, pero hay mucha magia como para que no se trate de algo importante, adentro Gustavo Santaolalla se prepara para dar su show en los festejos del centenario del recinto y pienso que, cuando yo cumpla cien años me gustaría que, mientras veo como todo se transforma o me vuelvo mas tonto recuerde al menos un poquito de tu amor.
Santaolalla es un artista completo, lo ha demostrado a lo largo de su carrera, en el recorrido de sus discos, en el respeto que la industria de la música y el cine le venera, pero creo que lo que mas tiene Gustavo es magia, no de la que te tratan de vender en cualquier escuela de arte, sino de esa con la que se nace, aunque al final siempre hace falta vida para comprender.
La gente comienza a llegar hasta llenar el lugar, ya decía yo que la poca asistencia se debía a las tardes caóticas de la ciudad, de pronto se escucha «tercera llamada», eso me gusta de ir a un concierto musical en un teatro, esos anuncios le dan bastante misticismo al asunto; comienza a sonar un violin, es la indicación de las notas para anunciar lo que se avecina, Santaolalla camina hacia su hogar por esta noche con bastante autoridad, como caminando en la lluvia sin mojarse, el público se le entrega, a mi lado tengo a una señora entrada en años que minutos antes escuche decir a su acompañante que ella tenía la edad del Loco Valdés, ademas asegurar que el mejor teatro de la ciudad se presenta en Ciudad Universitaria, mientras me disponía a sacar mi cámara ella desenfunda la suya y me pregunta si se como quitarle el flash, entre la oscuridad y el desconocimiento sobre su equipo pierdo la primer canción, ahora solo me quedan dos para realizar algunos encuadres, comienza la segunda pieza y me quedo impresionado por la manera de interpretar, la de Gustavo y su banda, por nota, nadie desafina y de pronto ya todos estamos aplaudiendo, me perdí otra oportunidad de fotografiar el momento, hace mucho tiempo no perdía la noción así y puedo decir que es una sensación extraordinaria, en la tercer canción me recupere.
¡Gustavo México te ama! grita un asistente de la primera fila «Yo los amo a ustedes, me siento un poco mexicano» aseverando que de pequeño se nutrió de mucho cine de Pedro Infante y otras estrellas mexicanas y pues ahi me di cuenta que en efecto, todos somos parte de esta gran cosa.
El concierto se divide en dos partes, en la primera Gustavo Santaolalla toca las canciones que trae en promoción y las mas famosas, seguido de un intermedio de diez minutos, la segunda parte interpreta canciones que ha creado para películas y videojuegos, no hay mucho que decir sobre las canciones o la interpretación, este artículo sería redundante al alabar la magistral ejecución y la magia con la que hipnotiza, lo interesante está en observar la variedad del público y como se convierten y se dejan ir poco a poco, desde los adultos que no saben quitarle el flash a su cámara, hasta los millenials que no pierden la oportunidad de tomarse una selfie con el telón de fondo, los que mueven la cabeza en las canciones mas rockeras, los que cruzan los brazos y se enfocan en disfrutar a su manera y es que «hay tanta gente toda diferente», al final de «Por un poquito de tu amor» la abuela que tengo a mi lado me dice «Qué músico tan chingón», y pues si.
Por: Jú